Al dios de las hélices
terrestres esferas del pecho agitan
como atmósferas los fenómenos
fluidos
como emprendiendo el camino del ave.
Rueda de los labios afila
conexión al cielo
en un azúcar manual
y en nube con agua.
Partícula de arena dividida
camina a la piedra que apresa
el agua en el rectángulo.
De las espumas redondas
extraen la ola con el peso sumergido,
esferas acuáticas y pétreas.
Con el aceite ascendente ardiendo
oscilan como órbitas caóticas
entre las caricias,
en rotación abierta a la superficie
el agua colisiona,
siembra las manos
al surco llevadas.
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En el borde verde el mármol labra
en giros capitales
y el recorrido de la espiga
con lluvia de la boca
completa nube caída
como gota craneal
en fricción esférica del tacto.
Alberga sol la piel y brilla
como madera incendiada,
el agua dulce comunicada
como cresta en el valle,
y horizontal invasiva línea
en la esfera acostada
introduce tiempo como una vía
inyectada.
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